
Por Héctor Balvanera
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro
Es necesario el descanso, tanto para el cuerpo como para el alma. En un mundo donde se nos mide por la productividad, es común dejarse llevar por el tren de las actividades cotidianas. El descanso tiene su función espiritual, si no ¿De que otro modo podríamos tomar fuerzas para proseguir el camino?
Estas semanas se han quedado en el tintero algunas entradas para este espacio. Como todo peregrino, hubo que hacer una pausa, que aunque corta, fue una enorme oportunidad para detener los motores, respirar y hacer silencio. El sitio para hacer esa estación queda a 45 Km. de San Juan de Puerto Rico: la Abadía Benedictina de San Antonio Abad, en el municipio de Humacao.
La tradición de hospedar al peregrino viene desde los mismos orígenes de la Orden. Su fundador San Benito de Nursia en la famosa Regula Monasteriorum (Regla de los Monasterios) legó a sus monjes la tarea de recibir a quien toque la puerta como al mismo Cristo (RM Cap. LIII). Estas reglas, son los cimientos de la familia Benedictina y un modelo de la vida comunitaria; tan apreciada, incluso por algunas empresas y organizaciones civiles, que han encontrado en ella una verdadera guía organizacional.
San Benito tomó el modelo de la vida de San Antonio Abad (251-356 D.C.) reconocido como el fundador de la vida monacal en el oriente cristiano. De ahí el nombre de esta Abadía.
San Antonio pasó gran parte de su vida, hasta su muerte, en el desierto de Egipto. En el caso del de Humacao, es un verdadero “desierto” verde. En el es posible, como en los parajes del Sahara, escuchar el silencio. Un silencio que hace eco de la voz del Creador. Solo que en Humacao, el calor es húmedo, y la arena es verde, de mil tonalidades; y por camellos, una cantidad insospechada de aves, coquís y lagartijos que hacen las veces del murmullo del viento del desértico. Digno de escándalo, para nuestra cotidianidad postmoderna y ruidosa, que detrás de ese silencio un panal de catorce monjes trabajan con sendo afán, sin el mínimo descuido de sus cinco momentos de oración comunitaria. Y da tiempo para todo.
Los proyectos de la fe, requieren de un ejercicio complejo. Cuando se tiene un pequeño lienzo en blanco y en la mente hay una "capilla Sixtina", no basta la habilidad técnica o la resolución de una mano talentosa. Antes de hacer los primeros apuntes o de trazar bocetos hay una exigencia preparatoria, en la cual habrá que detenerse a observar y contemplar. Una disposición para ser coparticipe de la creación, reflejo e imagen de la Belleza Sublime.
En la posdata de esta estación veraniega, quedan ejercicios por seguir: escuchar en el silencio. Escucharle y centrarse; centrarse en El y escuchar.
Solo entonces es que el trabajo vendrá, porque la fuerza que se necesita para mover es especial. Una fuerza que no esta en la tempestad, ni en la fuerza del rayo: Un soplo: esta en la suave brisa (1Re 19, 11s).
Imagen: Vitral emplomado en base de cemento armado. Rosetón del presbiterio de la Capilla del Monasterio Benedictino de San Antonio Abad, Humacao PR
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