30.5.11

El artista, imagen de Dios Creador…geniales constructores de belleza


Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro


Es un reto mayúsculo responder a este llamado, no porque lo haya firmado un Sumo Pontífice (particularmente uno como el Beato Wojtyla); sino porque es, a todas luces, un clamor inspirado por el Espíritu Santo a que desde la especial tarea de la creatividad humana, cooperemos con el Señor; un compromiso que trasciende lo formal-profesional: Testimonio de vida.

Quizás de modo, un poco orgulloso, en nuestra actividad nos hemos atrevido a sentirnos en un lugar preferente, por ser artistas. Bien pareciera que a la palabra creación  la hemos despojado de la “ce” mayúscula para hacerla de nuestro tamaño ¿Con que propósito? Tal vez para que no pese tanto la responsabilidad de integrar nuestra labor con nuestra fe.

Según la teoría del diseño y composición, para iniciar un proyecto se formulan dos preguntas: ¿Que es?  Y ¿Para quien es? (El resto de interrogantes aplicables pueden incluirse dentro de estas). En el caso del artista católico la segunda cuestión es determinante, sobre todo cuando se trata de un proyecto de arte religioso; primero, porque más allá de las necesidades utilitarias del usuario (feligresía, clero o público en general), esta la fe: el sentido clave al proyecto.

Es bueno mirar con esperanza, tener presente más a menudo al único Creador y personalizar esas palabras de Juan Pablo II donde llama al artista: genial constructor de belleza. Y es que el Amor del Padre nos ha entregado un don, pero no solo para el disfrute personal; es uno que tiene que fructificar como la buena semilla, para compartir y alimentar: A través de nuestro arte, ser instrumentos para el anuncio de la Buena Nueva.


28.5.11

Entremeses(1)

 Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

A modo de intermedio, presentamos este "entremés". Distensión necesaria; humor tomado con la debida seriedad (siempre se corre el riesgo de pensar que la erudición es aburrida, seca y de pose).

El Beato Juan Pablo II, una figura compleja, heroica en virtudes; aunque no sin controversias de lado. Roma locuta est causa finita est * : este pasado 1 de mayo fué elevado a los altares  y un sinnúmero de motivos tenemos para alegrarnos por ello y otro tanto de testimonios de su vida, que podemos aplicar a la nuestra.

De todos es de reconocer que este tipo de eventos son aprovechados por más de uno, y dejando al juicio del lector sus conclusiones, presentamos lo que en este momento es la controvertida situación que ha pasado precisamente con la figura, literalmente, del ahora beato pontífice. 

La fenecida intelectual siro-mexicana Ikram Antaki, solía afirmar que la opinión es el punto más bajo del pensamiento, por ello es preciso ofrecer distintas fuentes, en este caso enlaces, para que usted mismo elabore sus conclusiones con mayor conocimiento de causa.

El primer enlace nos acerca a la experiencia de un artista católico practicante, la segunda y la tercera son posturas de aquellos que siendo "simples fieles de a pie", como despectivamente algunos suelen referir, la abordan.

PD. Ante un proyecto de tal magnitud, es de suponer que el artista debió considerar, como elemento de peso, el significado que el Beato Joseph Karol Wojtyla tiene para quienes  fue, es y será, referente de la vida de fe... ¿Me equivoco?

27.5.11

Pistas: La carta de San Juan Pablo II a los Artistas (1ra parte)...





Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

¿Donde y como iniciar un blog, cuando el límite de la comunicación nos sobrepasa? Iniciamos este espacio, como un pequeño Areópago donde  comunicar las cuestiones de las artes y su relación con la fe. 

 El Beato Juan Pablo II tomó la ocasión del Gran Jubileo de la Encarnación, MM.AD, para dirigirse a los artistas; retomando así el llamado que tanto Pío XII, como Pablo VI lanzaron desde la Sede de Pedro al mundo de las artes.


La lectura y re-lectura de este documento (y eventualmente de otros tantos) plantea el seguimiento de una enorme asignatura pendiente -Si, todavía pendiente-  para la recuperación y desarrollo del dúo: Arte y Fe.

Vayamos a descubrir estas primeras pistas con la carta de Juan Pablo II, luego iremos con las intervenciones de los anteriores pontífices. Asunto aparte nos tomará la ingente intervención de SS Benedicto XVI en esta materia. Me atrevería a decir, mea culpa, que Su Santidad es además de teólogo y maestro, un verdadero artista plástico a través de las imágenes con las cuales ilustra, literalmente, el magisterio de su pontificado.



CARTA DEL SANTO PADRE  JUAN PABLO II A LOS ARTISTAS (1ra parte)
A los que con apasionada entrega
buscan nuevas « epifanías » de la belleza
para ofrecerlas al mundo
a través de la creación artística.
« Dios vio cuanto había hecho, y todo estaba muy bien » (Gn 1, 31)

El artista, imagen de Dios Creador
1. Nadie mejor que vosotros, artistas, geniales constructores de belleza, puede intuir algo del pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se ha reflejado infinitas veces en la mirada con que vosotros, al igual que los artistas de todos los tiempos, atraídos por el asombro del ancestral poder de los sonidos y de las palabras, de los colores y de las formas, habéis admirado la obra de vuestra inspiración, descubriendo en ella como la resonancia de aquel misterio de la creación a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros.
Por esto me ha parecido que no hay palabras más apropiadas que las del Génesis para comenzar esta Carta dirigida a vosotros, a quienes me siento unido por experiencias que se remontan muy atrás en el tiempo y han marcado de modo indeleble mi vida. Con este texto quiero situarme en el camino del fecundo diálogo de la Iglesia con los artistas que en dos mil años de historia no se ha interrumpido nunca, y que se presenta también rico de perspectivas de futuro en el umbral del tercer milenio.
En realidad, se trata de un diálogo no solamente motivado por circunstancias históricas o por razones funcionales, sino basado en la esencia misma tanto de la experiencia religiosa como de la creación artística. La página inicial de la Biblia nos presenta a Dios casi como el modelo ejemplar de cada persona que produce una obra: en el hombre artífice se refleja su imagen de Creador. Esta relación se pone en evidencia en la lengua polaca, gracias al parecido en el léxico entre las palabras stwórca (creador) y twórca (artífice).
¿Cuál es la diferencia entre « creador » y « artífice »? El que crea da el ser mismo, saca alguna cosa de la nada —ex nihilo sui et subiecti, se dice en latín— y esto, en sentido estricto, es el modo de proceder exclusivo del Omnipotente. El artífice, por el contrario, utiliza algo ya existente, dándole forma y significado. Este modo de actuar es propio del hombre en cuanto imagen de Dios. En efecto, después de haber dicho que Dios creó el hombre y la mujer « a imagen suya » (cf. Gn 1, 27), la Biblia añade que les confió la tarea de dominar la tierra (cf. Gn 1, 28). Fue en el último día de la creación (cf. Gn 1, 28-31). En los días precedentes, como marcando el ritmo de la evolución cósmica, el Señor había creado el universo. Al final creó al hombre, el fruto más noble de su proyecto, al cual sometió el mundo visible como un inmenso campo donde expresar su capacidad creadora.
Así pues, Dios ha llamado al hombre a la existencia, transmitiéndole la tarea de ser artífice. En la «creación artística» el hombre se revela más que nunca «imagen de Dios» y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupenda « materia » de la propia humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre el universo que le rodea. El Artista divino, con admirable condescendencia, trasmite al artista humano un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora. Obviamente, es una participación que deja intacta la distancia infinita entre el Creador y la criatura, como señalaba el Cardenal Nicolás de Cusa: «El arte creador, que el alma tiene la suerte de alojar, no se identifica con aquel arte por esencia que es Dios, sino que es solamente una comunicación y una participación del mismo»[1].
Por esto el artista, cuanto más consciente es de su «don», tanto más se siente movido a mirar hacia sí mismo y hacia toda la creación con ojos capaces de contemplar y de agradecer, elevando a Dios su himno de alabanza. Sólo así puede comprenderse a fondo a sí mismo, su propia vocación y misión.

24.5.11

Muestranos al Padre...


Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

Jesús el Cristo: la imagen del Padre; el tema del arte más representado. Múltiples rostros y una sola inspiración: contemplar el rostro del Creador. 

El profeta Isaías pintó una escena coloreada de pasión y dramatismo (Is 53), prefiguración del Calvario.

La imagen, a la izquierda del lector, nos muestra una talla de tipo alemana, de principios del S. XX, procedente del Monasterio Benedictino de Humacao Puerto Rico.

El maestro artesano modeló en la madera "una instantánea" del sacrificio salvífico. Se puede percibir la intención de provocar un gesto de piedad; como quien para tomar una instantánea, detiene brevemente su propia respiración, con delicadeza, para no profanar ese momento sagrado.  

...el que me ha visto a mi, ha visto al Padre (Jn 14,9)...



Isaías  53

¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló?
Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; le vimos y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. 
Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro,  despreciable, y no le tuvimos en cuenta.

¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.
 

El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros.

Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.

Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos;  por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca.

Mas plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días,  y lo que plazca a Yahveh se cumplirá por su mano. 
Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará.  Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará.
Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos,  ya que indefenso se entregó a la muerte  y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes.


23.5.11

¡El rico patrimonio cultural de la Iglesia… igualito que en Puerto Rico!

Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

En muchas ocasiones he escuchado, supongo que igual que usted, comentarios de personas que relatan con grandes elogios su visita a tal o cual iglesia de otro país, y terminan diciendo, no se si a modo de queja o frustración: ¡Igualito que en Puerto Rico!  ¿Verdad que si? No se ria, ni se moleste; enfrentemos la real situación de nuestro patrimonio cultural eclesiástico que esta, en muchos casos lamentablemente, en grave riesgo de perderse.

¡Bendito! ¿Pero cuando van a acabar la “remodelación”? - dicen muchos visitantes a la iglesia San José. ¿Que pasa que nuestros templos, pinturas, esculturas y demás tesoros de nuestra Iglesia están en ese estado? ¿Por qué? La primera respuesta podría ser: ¿Y que estamos haciendo al respecto?

Busquemos en nuestro medio. Si muere nuestra abuela, no faltará quien se  peleé por la piedrecilla china que le dio abuelo como recuerdo del primer beso, en aquella quebrada; o del sombrero con cinta marrón, que ella le tomaba para tapar del sol a los nenes cuando dormían en sus brazos y que luego sirvió para guardar ocultas las fotos de pequeños de todos los nietos; o aquel pilón, que parece oler todavía a orégano y culantro, aunque hacían años que se guardaba arriba de la nevera, sin usar, desde que abuela no podía cocinar.

Los objetos que nos relacionan o recuerdan con ese ser amado o un hecho importante cobran un sentido especialísimo, casi sagrado. Entonces aunque no se vuelva a moler el ajo en aquel pilón, el recuerdo hace que se conserve con más importancia que una joya preciosa.

Cuando recordamos revivimos sensaciones, sentimientos y emociones; enlazamos nuestro recuerdo con el de los otros: la memoria colectiva. Los objetos adquieren significado…

Regresando con abuela, hay dos escenas que podemos meditar. Uno, se desarrollaría en las Navidades; mientras se guayan las viandas para los pasteles, tití la mayor, de reojo mira el pilón que ahora guarda en el chinero (ya no sobre la nevera) y se abre su memoria: comienza a contar sobre el día que abuela los llevó por primera vez a la Plaza de Río Piedras; luego mami completa diciendo que ese fue el mismo día que probó un níspero, de los que le contaban había en la finca de Utuado. Así cada año, la familia ira construyendo la historia. No falta el tío que se encarga de relatar oficialmente los chistes y anécdotas, que los otros no conservan con tanto cuidado y detalle como el. Cada vez que tití limpia aquel pilón, le pasa un poquito de aceite ingles y con mucho cuidado lo trata como una reliquia; además, aprendió a usar la computadora para enviar una foto electrónica, a su prima Carmen, quien quiere mostrar a sus nietas Susan y Claire lo que es un pilón, porque en Oklahoma no hay muchos boricuas y las nenas no conocen la Isla.  Recordar, cuidar, amar, conocer, amar, cuidar, recordar.

En el otro escenario un tío recibió el sombrero de abuelo. Lo guardó con mucho cuidado; con tanto, que olvidaba que lo tenía en el closet. Era algo tan precioso que lo contemplaba cada que deseaba revivir aquellos sentimientos; eso, mientras que la memoria le permitió recordar donde lo había puesto; luego lo regresaba al encierro.
Con el tiempo, tío también murió. Sus descendientes, desconociendo las historias del sombrero y su importancia en la familia, al día siguiente del funeral vaciaron el closet y lo regalaron al jardinero. Este, cuando vio que era demasiado grande lo pasó a su hijo y este otro a su esposa, porque no le gusto. Ella le encontró buen uso: el sombrero sirve para cobijar la jaula de las cotorritas que tiene en la marquesina. Conocer es amar.

¿Que tanto sabemos de lo nuestro, de nuestros tesoros, muchas veces escondidos, u olvidados? Y si ese sombrero fuera una pintura antigua de gran valor, o un marco de plata que de una santa imagen como la de La Monserrate? ¿Recuerda la historia del caballero y el caballo de la Capilla del Cristo? ¿Sabia qué en Aguada martirizaron algunos frailes y es donde se construyó la primera iglesia de piedra en Puerto Rico? ¿Que las pinturas religiosas de José de Campeche se consideran de los mejores ejemplos de la pintura colonial? Quizás algo siga en la memoria.

Y ¿Dónde esta el sombrero? ¡Ah! Los tiempos escolares; tal vez tuvo el privilegio de dar al menos una visita por el Viejo San Juan, San Germán, Guayama o Ponce y le viene a la mente la imagen de algún santo o pinturas que vio ahí.

En lo cotidiano, lo familiar ¿Conocemos cuando y quien construyó nuestra parroquia? ¿Qué quizás la custodia es de plata y fue regalo, con mucho sacrificio, de un feligrés muy humilde? ¿Sabemos que las pinturas del Viacrucis que cuelgan son obra de un artista reconocido?

Cristo nos llama a la Verdad, de la cual forma parte el conocimiento humano, como don y gracia; por ello debemos cultivarlo y ponerlo al servicio conservando nuestra herencia cultural; tal vez por eso es que muchos monumentos religiosos están en graves condiciones; quizás es que nuestro conocimiento se limite a verlos cuando se va a Misa, a una ceremonia o a algún tramite; a lo mejor sepamos que es antiguo y que ya estaba antes de nuestros abuelos. Posiblemente pensemos que alguien más hará el trabajo.

Que pena, que mientras estamos en este desconocimiento, día a día nos visitan extranjeros y miran y se llevan la buena experiencia de nuestro patrimonio; porque se informaron, buscaron y cuando contemplan el mural de San Telmo, sabiendo que ha perdurado pese los ataques del clima y los piratas, admiradamente exclaman: ¡Que hermoso! Wonderful!  ¡C’est magnifique! … Si ¡Igualito que en Puerto Rico!

La Iglesia como custodia y generadora de cultura y las artes




Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

Durante dos mil años la Iglesia ha marcado profundamente el mundo de las artes y la cultura; desde las primeras décadas de la naciente comunidad, el mensaje evangélico fermentó más allá del ámbito original; una multiculturalidad que antes del primer siglo ya era  propiamente universal: romanos, griegos, norteafricanos, etíopes, fenicios, persas, ilirios, etc.

Durante las primeras centurias la fe cristiana se manifiesta de manera sencilla y, las más de las veces, oculta. Solo es tras el Edicto de Tolerancia  (Milán 313), y la protección de Constantino, que el arte se empapó, públicamente, del tema cristiano. La posterior consolidación del papel de la Iglesia en el Sacro Imperio Germánico, permitió un florecimiento cultural a tal nivel que el tema cristiano se definió como fuente, motivo y eje principal para la creación, experimentación y desarrollo de las artes.

Los tesoros artísticos y religiosos de los monasterios, catedrales y santuarios de la Edad Media, como Roma, Compostela y Jerusalén, constituyen las primeras colecciones eclesiásticas. Poco antes del encuentro de América y Europa, los Estados Pontificios contaban con una colección (antigüedades y documentos), tan numerosa, que motivó la fundación de los Museos Vaticanos.

La custodia de este patrimonio se ha ido definiendo en todo un compromiso, a pesar de los vaivenes históricos. Actualmente, la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales ("Inde a Pontificatus Nostri initio", SS Juan Pablo II, 1993), es el organismo que preside la tutela del patrimonio histórico y artístico de toda la Iglesia (obras de arte, documentos históricos, patrimonios libreros y aquellos que se conservan en los museos, bibliotecas y archivos); Conservar, Catalogar y Catequizar, son las acciones que definen su misión.

Las artes, como signo elocuente de la fe y la vida cristiana, son un don al servicio de la  Iglesia, que debe inspirar a seguir manifestando a Cristo; a  cuidar la herencia artístico-histórica de quienes nos precedieron;  a valorar los tesoros de nuestros templos y parroquias; una clara invitación a conservar nuestro patrimonio eclesial.

Para conocer más al respecto, visite la página de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_commissions/pcchc/index_sp.htm