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25.4.16

Representación angélica: N. Sra. de la Concepción

Análisis de la representación angélica en la pintura titulada N. Sra. de la Concepción, de José Campeche.


Se ha seleccionado para este trabajo el análisis icónico de las figuras angélicas en la imagen de Nuestra Señora de la Concepción (1795), de la autoría de José Campeche y Jordán (1751-1809)[1], tomando en cuenta la peculiaridad del tratamiento del tema en dicha obra, por su claro apego al canon de la tradición iconográfica y por la relación que guardan dentro de los elementos, donde a pesar de su carácter subordinado, los ángeles establecen el carácter cristócentrico de la composición pese al evidente tema mariano. Este lienzo forma parte de un grupo de óleos de gran formato que originalmente pertenecieron a la iglesia conventual[2] de San Francisco de Asís en la ciudad de San Juan de Puerto Rico.

PARA SEGUIR LEYENDO puede hacerlo a través del siguiente vínculo: Representación angélica: N. Sra. de la Concepción

[1] José Campeche y Jordán (1751-1809), terciario dominico, prolífico pintor, retablista y músico, considerado el gran paradigma del arte puertorriqueño. Sus temas abordaron principalmente lo religioso y el retrato. Maestro de la miniatura y del detalle, elevó sus dotes con la influencia de Luís Paret y Alcázar (1744-1799), pintor de la corte, entre los reinados de Carlos III, quién lo desterró a Puerto Rico, y Carlos IV. Su obra  constituye la transición y desarrollo de la pintura local entre el escaso barroco y el neoclásico, con un identidad claramente rococó.


[2]  La vida jurídica del Convento de San Francisco de Asís comprendió entre 1641 y 1838.




Imagen: N.S. de la Concepción, Mateo Cerezo S. XVII, modelo antecedente que el pintor puertorriqueño tomó para su obra.

25.11.15

La belleza y el arte sacro: la identidad del arte sacro contemporáneo

La belleza y el arte sacro: la identidad del arte sacro contemporáneo.

Ensayo del autor de este blog, sobre las realidades naturales y sobrenaturales  del artista desde su encuentro con Dios, a la participación activa dentro de la Iglesia, la práxisy el testimonio de este camino, abordando la función vigente tanto de su obra como valor para la acción  evangelizadora:



http://issuu.com/hectorbalvanera/docs/la_belleza_y_el_arte_sacro__la_iden

Arte Liturgia y Contemporaneidad: La presente relacion entre la Iglesia y los artistas, y sus frutos

Arte liturgia y contemporaneidad: la presente relación entre la iglesia y los artistas, y sus frutos.

La creación artística es una actividad bimilenaria que hace décadas requiere atención. Un primer acercamiento a los retos pastorales, estéticos e intelectuales de los artistas, hijos de la Iglesia

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La gestión de un patrimonio en ciernes...

La gestión de un patrimonio en ciernes presenta una mirada retrospectiva en torno a la actividad cotidiana y en prospección a lo que en el mañana habrá de considerarse como bien cultural. Desde el campo eclesiástico las tareas son: Educar, conservar y catalogar... 


http://issuu.com/hectorbalvanera/docs/la_gestion_de_un_patrimonio_en_cier

27.5.11

Pistas: La carta de San Juan Pablo II a los Artistas (1ra parte)...





Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

¿Donde y como iniciar un blog, cuando el límite de la comunicación nos sobrepasa? Iniciamos este espacio, como un pequeño Areópago donde  comunicar las cuestiones de las artes y su relación con la fe. 

 El Beato Juan Pablo II tomó la ocasión del Gran Jubileo de la Encarnación, MM.AD, para dirigirse a los artistas; retomando así el llamado que tanto Pío XII, como Pablo VI lanzaron desde la Sede de Pedro al mundo de las artes.


La lectura y re-lectura de este documento (y eventualmente de otros tantos) plantea el seguimiento de una enorme asignatura pendiente -Si, todavía pendiente-  para la recuperación y desarrollo del dúo: Arte y Fe.

Vayamos a descubrir estas primeras pistas con la carta de Juan Pablo II, luego iremos con las intervenciones de los anteriores pontífices. Asunto aparte nos tomará la ingente intervención de SS Benedicto XVI en esta materia. Me atrevería a decir, mea culpa, que Su Santidad es además de teólogo y maestro, un verdadero artista plástico a través de las imágenes con las cuales ilustra, literalmente, el magisterio de su pontificado.



CARTA DEL SANTO PADRE  JUAN PABLO II A LOS ARTISTAS (1ra parte)
A los que con apasionada entrega
buscan nuevas « epifanías » de la belleza
para ofrecerlas al mundo
a través de la creación artística.
« Dios vio cuanto había hecho, y todo estaba muy bien » (Gn 1, 31)

El artista, imagen de Dios Creador
1. Nadie mejor que vosotros, artistas, geniales constructores de belleza, puede intuir algo del pathos con el que Dios, en el alba de la creación, contempló la obra de sus manos. Un eco de aquel sentimiento se ha reflejado infinitas veces en la mirada con que vosotros, al igual que los artistas de todos los tiempos, atraídos por el asombro del ancestral poder de los sonidos y de las palabras, de los colores y de las formas, habéis admirado la obra de vuestra inspiración, descubriendo en ella como la resonancia de aquel misterio de la creación a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros.
Por esto me ha parecido que no hay palabras más apropiadas que las del Génesis para comenzar esta Carta dirigida a vosotros, a quienes me siento unido por experiencias que se remontan muy atrás en el tiempo y han marcado de modo indeleble mi vida. Con este texto quiero situarme en el camino del fecundo diálogo de la Iglesia con los artistas que en dos mil años de historia no se ha interrumpido nunca, y que se presenta también rico de perspectivas de futuro en el umbral del tercer milenio.
En realidad, se trata de un diálogo no solamente motivado por circunstancias históricas o por razones funcionales, sino basado en la esencia misma tanto de la experiencia religiosa como de la creación artística. La página inicial de la Biblia nos presenta a Dios casi como el modelo ejemplar de cada persona que produce una obra: en el hombre artífice se refleja su imagen de Creador. Esta relación se pone en evidencia en la lengua polaca, gracias al parecido en el léxico entre las palabras stwórca (creador) y twórca (artífice).
¿Cuál es la diferencia entre « creador » y « artífice »? El que crea da el ser mismo, saca alguna cosa de la nada —ex nihilo sui et subiecti, se dice en latín— y esto, en sentido estricto, es el modo de proceder exclusivo del Omnipotente. El artífice, por el contrario, utiliza algo ya existente, dándole forma y significado. Este modo de actuar es propio del hombre en cuanto imagen de Dios. En efecto, después de haber dicho que Dios creó el hombre y la mujer « a imagen suya » (cf. Gn 1, 27), la Biblia añade que les confió la tarea de dominar la tierra (cf. Gn 1, 28). Fue en el último día de la creación (cf. Gn 1, 28-31). En los días precedentes, como marcando el ritmo de la evolución cósmica, el Señor había creado el universo. Al final creó al hombre, el fruto más noble de su proyecto, al cual sometió el mundo visible como un inmenso campo donde expresar su capacidad creadora.
Así pues, Dios ha llamado al hombre a la existencia, transmitiéndole la tarea de ser artífice. En la «creación artística» el hombre se revela más que nunca «imagen de Dios» y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupenda « materia » de la propia humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre el universo que le rodea. El Artista divino, con admirable condescendencia, trasmite al artista humano un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora. Obviamente, es una participación que deja intacta la distancia infinita entre el Creador y la criatura, como señalaba el Cardenal Nicolás de Cusa: «El arte creador, que el alma tiene la suerte de alojar, no se identifica con aquel arte por esencia que es Dios, sino que es solamente una comunicación y una participación del mismo»[1].
Por esto el artista, cuanto más consciente es de su «don», tanto más se siente movido a mirar hacia sí mismo y hacia toda la creación con ojos capaces de contemplar y de agradecer, elevando a Dios su himno de alabanza. Sólo así puede comprenderse a fondo a sí mismo, su propia vocación y misión.