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25.11.15

Arte Liturgia y Contemporaneidad: La presente relacion entre la Iglesia y los artistas, y sus frutos

Arte liturgia y contemporaneidad: la presente relación entre la iglesia y los artistas, y sus frutos.

La creación artística es una actividad bimilenaria que hace décadas requiere atención. Un primer acercamiento a los retos pastorales, estéticos e intelectuales de los artistas, hijos de la Iglesia

.http://issuu.com/hectorbalvanera/docs/arte_liturgia_y_contemporaneidad_la

Arte Sacro, Arte Religioso y la inmediatez de los artículos religiosos

El Arte Sacro y el Religioso, y la diferencia de ambos con los artículos religiosos. La inmediatez y la falta de puesta en valor de la obra sacra, religiosa y del quehacer de los artistas son un reto pastoral, que las definiciones nos ayudan a comprender.
 
http://issuu.com/hectorbalvanera/docs/arte_sacro_religioso_y_articulos_re

24.11.15

Una asignación pendiente, una oportunidad.


El inicio de este blog hace cuatro años significó posibilitar un medio de expresión para dejar el común monólogo que se debía dejar en el campo de los ideales.

Cuando comencé, había compartido con otros dos amigos artistas sobre la necesidad de abrir un espacio para tratar el tema del arte y la fe. Los tres hemos caminado, y por mi parte hace unos meses inicié la ruta para hacer realidad lo que muchas veces pensé inalcanzable: cursar la maestría de bienes culturales de la Iglesia.

Como el tiempo es de Dios, llegó el momento y es el presente. Aquí un poco de su servidor.


Gracias Vero, gracias a UPAEP, gracias a Ud. por leer.

Héctor

http://www.slideboom.com/presentations/1342318/CV-H.Balvanera.Alfaro-2015.09.10

14.8.11

La misión de salvaguardar nuestro patrimonio: Catalogar, Conservar y Catequizar (2da de 3 partes)

Por Arq. Héctor Balvanera Alfaro
Arte Sacro y Bienes Culturales
Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico


     Ya hemos tratado sobre la importancia y significado de los Bienes Culturales de la Iglesia  y que para su promoción, aprecio y cuidado hay que Catalogar, Conservar y Catequizar. En la anterior participación abordamos el tema Catalogar que nos permitirá mantener el registro adecuado del patrimonio; en esta ocasión toca el turno a Conservar.

                    Imagen de Ntra. Sra. Madre de la Divina Providencia, despues de un atentato donde fue quemada 
                  la madrugada del 6 de diciembre de 1976, previo a su coronación canónica.
                  Foto El Nuevo Día, Edición del 7 de Diciembre de 1976.

Conservar. ¿Qué es?  Este término proviene del latín servere: atender, servirLa humanidad ha buscado métodos para subsistir  física y anímicamente; salir a delante a pesar del clima o los sucesos históricos, como guerras, migraciones o epidemias. Conservar nos permite comprender mejor el hoy, aprendiendo de lo que fuimos y nos ayuda a prever el futuro.

     Conservar es parte de nuestra cultura: nuestros abuelos sabían cuándo debían cortar los árboles para sacar madera buena, en qué época sembrar un árbol frutal, cómo ahumar o salar carne cuando mataban una vaca en el campo, etc... Conservamos conocimientos y modos de vivir.  Aplicamos técnicas de conservación como provisión y prevención, como la elaboración de conservas de las frutas guayaba y lechosa, o, para recibir alguna tormenta, reservamos agua con unas gotas de cloro en baldes.  ¿Verdad que nos resulta familiar? 

     La conservación ha permitido que nuestro legado cultural perviva hasta hoy y con ello la herencia de nuestros antepasados, en objetos tan familiares como una foto, un mueble, o en actividades y costumbres como la confección de mundillo, los bordados, la talla de santos, etc.
                               Vista del Castillo de San Felipe del Morro desde las ruinas del Leprocomio en Isla de Cabras, 2010.
      La silueta de la ventana es peculiar y nos parecera familiar.
Muy cercano a la forma de la Isla de Puerto Rico


     ¿Y del patrimonio eclesial qué y cuánto hay por conservar? Para comenzar…
  • De la colección del Archivo Histórico: el Archivo de Catedral, el de la Diócesis de Puerto Rico (así se llamaba antes de 1924) y los libros sacramentales y documentos de las primeras parroquias del país (S. XVII al XX).
  • La veintena de inmuebles históricos, de entre 1520 y 1900 (templos, capillas, ermitas, hospitales, escuelas); sin contar los templos y los objetos más contemporáneos que por su valor artístico pronto se inscribirán como patrimonio artístico.
  • Una compleja colección de bienes muebles que van desde pinturas de José Campeche, platería,  esculturas barrocas y neoclásicas, mobiliario, fotografías,  etc., etc.

     El tamaño de los bienes culturales de la Iglesia en Puerto Rico sólo es superado por el del Estado. Preservar este tesoro requiere profesionalismo y recursos materiales; no son tiempos fáciles para nadie, pero si comenzamos sumando el compromiso y la voluntad de cada uno, estaremos dando el primer gran paso ¿Con qué podemos cooperar? Pensemos que es responsabilidad de todos mantener viva la herencia cultural y artística de nuestros antepasados para orgullo de las futuras generaciones.  El primer acto de cooperación debe ser interesarnos en conocer, proteger y amar más nuestro patrimonio. 

Imagen de Ntra. Sra. Madre de la Divina Providencia, noviembre 2010.
Talla de madera, original hecha en Barcelona, 1852. Restaurada en Sevilla en 2009.


7.7.11

Alegría: herencia que da vida

Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitetura y Arte Sacro

La Iglesia es una gran familia que se extiende hasta los confines del mundo. Ayer 6 de julio, se le entregó a Su Santidad, Benedicto XVI, los cuatro primeros ejemplares del Atlas Hierarchicus, una compilación de mapas y estadísticas donde se ilustra la geografía de las distintas diócesis, prelaturas, vicariatos y misiones católicas. Ante un panorama tan amplio los asuntos locales pudieran parecer diminutos. Una parroquia en Birmania resulta ser tan diferente a una en Suecia, o en Bolivia: A fin de cuentas, esta gran realidad de realidades constituye la vida y el testimonio del Pueblo de Dios.

En América Latina la cultura no puede pasar por alto la contribución fundamental de la fe católica: es parte de los elementos que la han formado y la significan. Y no solo hablamos de las obras promovidas por el clero y las órdenes religiosas; esto incluye sobre todo a los seglares: artesanos, profesionales, campesinos, artistas y gente del pueblo, que con sus manos, contribución e ingenio han aportado al patrimonio cultural eclesiástico con una personalidad propia.

Hoy ha partido de este mundo D. Ricardo Alegría Gallardo, un ser excepcional, un hito de la cultura puertorriqueña, iberoamericana y, sin duda, universal. La nación borincana, incluyendo la Iglesia que peregrina en estas tierras, le debe la fundación del Instituto de Cultura (ICP), la principal obra dentro de una ingente lista de instituciones, proyectos e iniciativas culturales. Encabezó la vanguardia en la defensa del patrimonio nacional, con un celo y dedicación heroicos. Muy probablemente no se conservaría gran parte del actual legado histórico puertorriqueño sin su intervención. El mejor ejemplo es la ciudad amurallada de San Juan, verdadera joya urbana del Nuevo Mundo.

San Juan es en sí un relicario arquitectónico. Miles de turistas recorren sus adoquinadas calles, en gran medida gracias a la protección del Dr. Alegría. Al menos una veintena de monumentos religiosos dan testimonio de la obra de la Iglesia en dicha ciudad; sin embargo la mayoría de ellas son desconocidas. A este respecto, Mons. Antonio María Veglio, Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes ha lanzado una llama a la evangelización a través del turismo: ofrecer una guía de nuestro patrimonio, como testimonio sensible de la fe.

Don Ricardo contribuyó no solo a custodiar lo material; tuvo la gran virtud de ser inspiración para contagiar, a los que se han dejado, de la concientización por la conservación del patrimonio local como parte de la herencia universal. Él mismo se describía como “un creyente no muy religioso”. Sin embargo me vienen a la mente dos parábolas evangélicas: la de los talentos (Mt. 25, 14-30) y la del hijo obediente y el hijo desobediente (Mt. 21, 28-31).

Ojala que,  desde nuestras labores cotidianas, estos ejemplos nos impulsen a cumplir con la misión personal que se nos ha encomendado: la vida como mejor testamento.

D. Ricardo, descanse en paz.



23.5.11

¡El rico patrimonio cultural de la Iglesia… igualito que en Puerto Rico!

Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

En muchas ocasiones he escuchado, supongo que igual que usted, comentarios de personas que relatan con grandes elogios su visita a tal o cual iglesia de otro país, y terminan diciendo, no se si a modo de queja o frustración: ¡Igualito que en Puerto Rico!  ¿Verdad que si? No se ria, ni se moleste; enfrentemos la real situación de nuestro patrimonio cultural eclesiástico que esta, en muchos casos lamentablemente, en grave riesgo de perderse.

¡Bendito! ¿Pero cuando van a acabar la “remodelación”? - dicen muchos visitantes a la iglesia San José. ¿Que pasa que nuestros templos, pinturas, esculturas y demás tesoros de nuestra Iglesia están en ese estado? ¿Por qué? La primera respuesta podría ser: ¿Y que estamos haciendo al respecto?

Busquemos en nuestro medio. Si muere nuestra abuela, no faltará quien se  peleé por la piedrecilla china que le dio abuelo como recuerdo del primer beso, en aquella quebrada; o del sombrero con cinta marrón, que ella le tomaba para tapar del sol a los nenes cuando dormían en sus brazos y que luego sirvió para guardar ocultas las fotos de pequeños de todos los nietos; o aquel pilón, que parece oler todavía a orégano y culantro, aunque hacían años que se guardaba arriba de la nevera, sin usar, desde que abuela no podía cocinar.

Los objetos que nos relacionan o recuerdan con ese ser amado o un hecho importante cobran un sentido especialísimo, casi sagrado. Entonces aunque no se vuelva a moler el ajo en aquel pilón, el recuerdo hace que se conserve con más importancia que una joya preciosa.

Cuando recordamos revivimos sensaciones, sentimientos y emociones; enlazamos nuestro recuerdo con el de los otros: la memoria colectiva. Los objetos adquieren significado…

Regresando con abuela, hay dos escenas que podemos meditar. Uno, se desarrollaría en las Navidades; mientras se guayan las viandas para los pasteles, tití la mayor, de reojo mira el pilón que ahora guarda en el chinero (ya no sobre la nevera) y se abre su memoria: comienza a contar sobre el día que abuela los llevó por primera vez a la Plaza de Río Piedras; luego mami completa diciendo que ese fue el mismo día que probó un níspero, de los que le contaban había en la finca de Utuado. Así cada año, la familia ira construyendo la historia. No falta el tío que se encarga de relatar oficialmente los chistes y anécdotas, que los otros no conservan con tanto cuidado y detalle como el. Cada vez que tití limpia aquel pilón, le pasa un poquito de aceite ingles y con mucho cuidado lo trata como una reliquia; además, aprendió a usar la computadora para enviar una foto electrónica, a su prima Carmen, quien quiere mostrar a sus nietas Susan y Claire lo que es un pilón, porque en Oklahoma no hay muchos boricuas y las nenas no conocen la Isla.  Recordar, cuidar, amar, conocer, amar, cuidar, recordar.

En el otro escenario un tío recibió el sombrero de abuelo. Lo guardó con mucho cuidado; con tanto, que olvidaba que lo tenía en el closet. Era algo tan precioso que lo contemplaba cada que deseaba revivir aquellos sentimientos; eso, mientras que la memoria le permitió recordar donde lo había puesto; luego lo regresaba al encierro.
Con el tiempo, tío también murió. Sus descendientes, desconociendo las historias del sombrero y su importancia en la familia, al día siguiente del funeral vaciaron el closet y lo regalaron al jardinero. Este, cuando vio que era demasiado grande lo pasó a su hijo y este otro a su esposa, porque no le gusto. Ella le encontró buen uso: el sombrero sirve para cobijar la jaula de las cotorritas que tiene en la marquesina. Conocer es amar.

¿Que tanto sabemos de lo nuestro, de nuestros tesoros, muchas veces escondidos, u olvidados? Y si ese sombrero fuera una pintura antigua de gran valor, o un marco de plata que de una santa imagen como la de La Monserrate? ¿Recuerda la historia del caballero y el caballo de la Capilla del Cristo? ¿Sabia qué en Aguada martirizaron algunos frailes y es donde se construyó la primera iglesia de piedra en Puerto Rico? ¿Que las pinturas religiosas de José de Campeche se consideran de los mejores ejemplos de la pintura colonial? Quizás algo siga en la memoria.

Y ¿Dónde esta el sombrero? ¡Ah! Los tiempos escolares; tal vez tuvo el privilegio de dar al menos una visita por el Viejo San Juan, San Germán, Guayama o Ponce y le viene a la mente la imagen de algún santo o pinturas que vio ahí.

En lo cotidiano, lo familiar ¿Conocemos cuando y quien construyó nuestra parroquia? ¿Qué quizás la custodia es de plata y fue regalo, con mucho sacrificio, de un feligrés muy humilde? ¿Sabemos que las pinturas del Viacrucis que cuelgan son obra de un artista reconocido?

Cristo nos llama a la Verdad, de la cual forma parte el conocimiento humano, como don y gracia; por ello debemos cultivarlo y ponerlo al servicio conservando nuestra herencia cultural; tal vez por eso es que muchos monumentos religiosos están en graves condiciones; quizás es que nuestro conocimiento se limite a verlos cuando se va a Misa, a una ceremonia o a algún tramite; a lo mejor sepamos que es antiguo y que ya estaba antes de nuestros abuelos. Posiblemente pensemos que alguien más hará el trabajo.

Que pena, que mientras estamos en este desconocimiento, día a día nos visitan extranjeros y miran y se llevan la buena experiencia de nuestro patrimonio; porque se informaron, buscaron y cuando contemplan el mural de San Telmo, sabiendo que ha perdurado pese los ataques del clima y los piratas, admiradamente exclaman: ¡Que hermoso! Wonderful!  ¡C’est magnifique! … Si ¡Igualito que en Puerto Rico!

La Iglesia como custodia y generadora de cultura y las artes




Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

Durante dos mil años la Iglesia ha marcado profundamente el mundo de las artes y la cultura; desde las primeras décadas de la naciente comunidad, el mensaje evangélico fermentó más allá del ámbito original; una multiculturalidad que antes del primer siglo ya era  propiamente universal: romanos, griegos, norteafricanos, etíopes, fenicios, persas, ilirios, etc.

Durante las primeras centurias la fe cristiana se manifiesta de manera sencilla y, las más de las veces, oculta. Solo es tras el Edicto de Tolerancia  (Milán 313), y la protección de Constantino, que el arte se empapó, públicamente, del tema cristiano. La posterior consolidación del papel de la Iglesia en el Sacro Imperio Germánico, permitió un florecimiento cultural a tal nivel que el tema cristiano se definió como fuente, motivo y eje principal para la creación, experimentación y desarrollo de las artes.

Los tesoros artísticos y religiosos de los monasterios, catedrales y santuarios de la Edad Media, como Roma, Compostela y Jerusalén, constituyen las primeras colecciones eclesiásticas. Poco antes del encuentro de América y Europa, los Estados Pontificios contaban con una colección (antigüedades y documentos), tan numerosa, que motivó la fundación de los Museos Vaticanos.

La custodia de este patrimonio se ha ido definiendo en todo un compromiso, a pesar de los vaivenes históricos. Actualmente, la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales ("Inde a Pontificatus Nostri initio", SS Juan Pablo II, 1993), es el organismo que preside la tutela del patrimonio histórico y artístico de toda la Iglesia (obras de arte, documentos históricos, patrimonios libreros y aquellos que se conservan en los museos, bibliotecas y archivos); Conservar, Catalogar y Catequizar, son las acciones que definen su misión.

Las artes, como signo elocuente de la fe y la vida cristiana, son un don al servicio de la  Iglesia, que debe inspirar a seguir manifestando a Cristo; a  cuidar la herencia artístico-histórica de quienes nos precedieron;  a valorar los tesoros de nuestros templos y parroquias; una clara invitación a conservar nuestro patrimonio eclesial.

Para conocer más al respecto, visite la página de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_commissions/pcchc/index_sp.htm