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28.11.15

Conclusiones para seguir el camino...




Conclusiones para seguir el camino...

 
Concluir un inicio, cómo lo ha sido el primer curso de la Maestría en Bienes Culturales de Origen Eclesiástico, ha representado y afectado el replanteamiento de un camino que avizoré desde octubre del año 2001.
Aquella noche mientras acompañaba a mi amigo y hermano Javier Barrera, músico dedicado a la evangelización católica, para ir a buscar los aparatos del sonido de un retiro kerygmático -el primero en el que yo participaba- supuso la impronta del encuentro de Emaús, de lo que mucho tiempo después tuve conciencia: Después de descubrir el misterio, al partir el pan, había que ponerse a andar y por tanto poner al servicio los talentos.

Volviendo a la niñez, en que visitaba la parroquia de Señora Santa Ana Atenantitech, de la Ciudad de México, antigua capilla de visita del Real Monasterio de Santiago Apóstol de Tlatelolco, donde en un nicho a la izquierda de la nave, próxima a la capilla de N. Sra. de San Juan de los Lagos, encontraba al paso al Señor de las Cañas (S. XVII). Esta imagen, de humilde  porte, mostraba la representación de un Dios Todopoderoso, que hecho hombre se había dejado maltratar, mostrando sus llagas abiertas mientras sus ojos transparentes esperaban una mirada de compasión y piedad. 

Aunque soy hijo del post concilio, de las guitarras setenteras, acompañadas de panderetas que intentaban acompasar la tradición con una imagen renovadora de la liturgia, tuve la bendición de contar con evangelizadores familiares: mis abuelos Gloria, Elvira y Agustín, junto a mi tía abuela, Socorro, quienes marcaron mi manera de ver y de observar al interior de aquellas construcciones centenarias, recamadas de esculturas, pinturas, dorados y piedras talladas. Las cotidianas y continuas peregrinaciones informales hasta la Catedral Primada y a la Basílica en el Tepeyac, constituyeron verdaderas catequesis para aprender hagiografía e iconografía elemental, así como las primeras lecciones sobre el valor de la imagen en la espiritualidad católica. 

Mi abuela materna, Doña Elvira, hacía énfasis entre la veneración y el debido culto a los santos, la Virgen María y que la adoración sólo pertenece al Salvador. Recuerdo aun su actitud devota ante el Cristo de la Buena Muerte en la iglesia del ex convento de Santo Domingo de Guzmán y de las oraciones de consagración ante la Tilma de Guadalupe. 

La intuición que produce la obra de generaciones de artistas, artesanos y fieles que solventaban aquel paraíso de arte sacro, no consideraba que aquellos recintos sagrados coleccionaban el artificio de Manuel Tolsá, Gerónimo de Balbás, Cabrera, Murillo, Xuárez, Arciniega, Gil de Ontañón, Ramírez Vázquez, Chávez de la Mora, Tresguerras, etc., etc., etc.

La educación como arquitecto, replanteó el valor del arte religioso, supeditado a la élite intelectual de la cual se nos prometió formábamos parte. Esas creaciones correspondían a un pasado, del cual se nos ocultó su función, pues incluso, los profesores que nos pusieron en contacto con el arte religiosos sólo sobrevolaron sobre el bosque, sin permitir que nuestros ojos miraran el detalle de las hojas, sentir la textura de los troncos o percibir el olor de las resinas. El arquitecto era capaz, como por arte de magia, de solucionar la “problemática” del género con la misma sencillez de quién diseña una estación de bomberos. 

Habrían de pasar décadas para que la semilla de la inquietud encontrase un espacio, que aunque virtual, es una realidad personal, profesional y espiritual. Ha sido esperanzador el descubrir que esa misma semilla ha sido plantada en otros, cultivada de tal forma que ha apoyado a que el resto vaya echando brotes.
Igualmente, esto ha significado un gran progreso en el paso desde la formación, producto de la intuición y la voluntad, autodidacta y experimental, impulsando hacia a la sistematización, el rigor académico y la profesionalización de la labor en la gestión de los bienes culturales. Este curso representa el inicio de un camino de desarrollo, posibilitando la obtención de herramientas académicas y científicas para la actividad profesional y pastoral.

Ha sido motivo para ordenar las notas sueltas, las pinceladas aisladas, para que en conjunto con los otros artesanos de la cultura, ir colocando las pequeñas piezas de la gran escena donde las artes, la cultura y la historia puedan ser contempladas por la Iglesia y el mundo entero, de manera que el mañana pueda seguir gozando del mismo tesoro que los primeros cristianos admiraron en las catacumbas, como ventana para el alma y como contribución y alimento al ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios.

Así que: ¡Sigamos dando gracias por este don, pidiendo para que el mismo fructifique en abundancia, hasta que entre las ramas puedan cobijarse y hacer nidos las aves del cielo!…



Por: Héctor Balvanera Alfaro

Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla

Maestría en Bienes Culturales
de Origen Eclesiástico




*Imagen; Autor: E. López Tamayo Biosca: https://www.flickr.com/photos/eltb/sets/72157607047636840/

25.11.15

A mis estimados compañeros de aula virtual...gracias por su aportación


A mis estimados compañeros de aula virtual: gracias por su aportación  expresada en los siguientes ensayos, y a nuestra profesora la Mtra. Verónica Orozco Velazquéz, igualmente reconocemos la gran labor por encabezar este proyecto académico:


Arqlga. Leticia Beatríz Estella GARCIA ULLOA:
Los archivos y las bibliotecas eclesiásticas: ¿qué demanda la época contemporánea para ponerlas en valor en los tiempos actuales?

Pbro. Valentín LÓPEZ FIGUEROA
La formación en los seminarios y casas de religiosos y religiosas: ¿cuál sería el programa ideal que sobre bienes culturales de origen eclesiástico se debería implementar en los centros de formación de cada diócesis?

Pbro. José Miguel ALARCÓN MANTILLA
Los museos eclesiásticos: ¿es posible generar una estandarización y regulación en las diócesis para crear un museo de arte sacro?



* Imagen: La Comunión de los Santos (detalle); Autor: John Nava, tapíz hilado electrónicamente; Catedral de N. Sra. de los Ángeles, EUA.

La gestión de un patrimonio en ciernes...

La gestión de un patrimonio en ciernes presenta una mirada retrospectiva en torno a la actividad cotidiana y en prospección a lo que en el mañana habrá de considerarse como bien cultural. Desde el campo eclesiástico las tareas son: Educar, conservar y catalogar... 


http://issuu.com/hectorbalvanera/docs/la_gestion_de_un_patrimonio_en_cier

23.5.11

¡El rico patrimonio cultural de la Iglesia… igualito que en Puerto Rico!

Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

En muchas ocasiones he escuchado, supongo que igual que usted, comentarios de personas que relatan con grandes elogios su visita a tal o cual iglesia de otro país, y terminan diciendo, no se si a modo de queja o frustración: ¡Igualito que en Puerto Rico!  ¿Verdad que si? No se ria, ni se moleste; enfrentemos la real situación de nuestro patrimonio cultural eclesiástico que esta, en muchos casos lamentablemente, en grave riesgo de perderse.

¡Bendito! ¿Pero cuando van a acabar la “remodelación”? - dicen muchos visitantes a la iglesia San José. ¿Que pasa que nuestros templos, pinturas, esculturas y demás tesoros de nuestra Iglesia están en ese estado? ¿Por qué? La primera respuesta podría ser: ¿Y que estamos haciendo al respecto?

Busquemos en nuestro medio. Si muere nuestra abuela, no faltará quien se  peleé por la piedrecilla china que le dio abuelo como recuerdo del primer beso, en aquella quebrada; o del sombrero con cinta marrón, que ella le tomaba para tapar del sol a los nenes cuando dormían en sus brazos y que luego sirvió para guardar ocultas las fotos de pequeños de todos los nietos; o aquel pilón, que parece oler todavía a orégano y culantro, aunque hacían años que se guardaba arriba de la nevera, sin usar, desde que abuela no podía cocinar.

Los objetos que nos relacionan o recuerdan con ese ser amado o un hecho importante cobran un sentido especialísimo, casi sagrado. Entonces aunque no se vuelva a moler el ajo en aquel pilón, el recuerdo hace que se conserve con más importancia que una joya preciosa.

Cuando recordamos revivimos sensaciones, sentimientos y emociones; enlazamos nuestro recuerdo con el de los otros: la memoria colectiva. Los objetos adquieren significado…

Regresando con abuela, hay dos escenas que podemos meditar. Uno, se desarrollaría en las Navidades; mientras se guayan las viandas para los pasteles, tití la mayor, de reojo mira el pilón que ahora guarda en el chinero (ya no sobre la nevera) y se abre su memoria: comienza a contar sobre el día que abuela los llevó por primera vez a la Plaza de Río Piedras; luego mami completa diciendo que ese fue el mismo día que probó un níspero, de los que le contaban había en la finca de Utuado. Así cada año, la familia ira construyendo la historia. No falta el tío que se encarga de relatar oficialmente los chistes y anécdotas, que los otros no conservan con tanto cuidado y detalle como el. Cada vez que tití limpia aquel pilón, le pasa un poquito de aceite ingles y con mucho cuidado lo trata como una reliquia; además, aprendió a usar la computadora para enviar una foto electrónica, a su prima Carmen, quien quiere mostrar a sus nietas Susan y Claire lo que es un pilón, porque en Oklahoma no hay muchos boricuas y las nenas no conocen la Isla.  Recordar, cuidar, amar, conocer, amar, cuidar, recordar.

En el otro escenario un tío recibió el sombrero de abuelo. Lo guardó con mucho cuidado; con tanto, que olvidaba que lo tenía en el closet. Era algo tan precioso que lo contemplaba cada que deseaba revivir aquellos sentimientos; eso, mientras que la memoria le permitió recordar donde lo había puesto; luego lo regresaba al encierro.
Con el tiempo, tío también murió. Sus descendientes, desconociendo las historias del sombrero y su importancia en la familia, al día siguiente del funeral vaciaron el closet y lo regalaron al jardinero. Este, cuando vio que era demasiado grande lo pasó a su hijo y este otro a su esposa, porque no le gusto. Ella le encontró buen uso: el sombrero sirve para cobijar la jaula de las cotorritas que tiene en la marquesina. Conocer es amar.

¿Que tanto sabemos de lo nuestro, de nuestros tesoros, muchas veces escondidos, u olvidados? Y si ese sombrero fuera una pintura antigua de gran valor, o un marco de plata que de una santa imagen como la de La Monserrate? ¿Recuerda la historia del caballero y el caballo de la Capilla del Cristo? ¿Sabia qué en Aguada martirizaron algunos frailes y es donde se construyó la primera iglesia de piedra en Puerto Rico? ¿Que las pinturas religiosas de José de Campeche se consideran de los mejores ejemplos de la pintura colonial? Quizás algo siga en la memoria.

Y ¿Dónde esta el sombrero? ¡Ah! Los tiempos escolares; tal vez tuvo el privilegio de dar al menos una visita por el Viejo San Juan, San Germán, Guayama o Ponce y le viene a la mente la imagen de algún santo o pinturas que vio ahí.

En lo cotidiano, lo familiar ¿Conocemos cuando y quien construyó nuestra parroquia? ¿Qué quizás la custodia es de plata y fue regalo, con mucho sacrificio, de un feligrés muy humilde? ¿Sabemos que las pinturas del Viacrucis que cuelgan son obra de un artista reconocido?

Cristo nos llama a la Verdad, de la cual forma parte el conocimiento humano, como don y gracia; por ello debemos cultivarlo y ponerlo al servicio conservando nuestra herencia cultural; tal vez por eso es que muchos monumentos religiosos están en graves condiciones; quizás es que nuestro conocimiento se limite a verlos cuando se va a Misa, a una ceremonia o a algún tramite; a lo mejor sepamos que es antiguo y que ya estaba antes de nuestros abuelos. Posiblemente pensemos que alguien más hará el trabajo.

Que pena, que mientras estamos en este desconocimiento, día a día nos visitan extranjeros y miran y se llevan la buena experiencia de nuestro patrimonio; porque se informaron, buscaron y cuando contemplan el mural de San Telmo, sabiendo que ha perdurado pese los ataques del clima y los piratas, admiradamente exclaman: ¡Que hermoso! Wonderful!  ¡C’est magnifique! … Si ¡Igualito que en Puerto Rico!

La Iglesia como custodia y generadora de cultura y las artes




Por Héctor Balvanera A.
Bienes Culturales, Arquitectura y Arte Sacro

Durante dos mil años la Iglesia ha marcado profundamente el mundo de las artes y la cultura; desde las primeras décadas de la naciente comunidad, el mensaje evangélico fermentó más allá del ámbito original; una multiculturalidad que antes del primer siglo ya era  propiamente universal: romanos, griegos, norteafricanos, etíopes, fenicios, persas, ilirios, etc.

Durante las primeras centurias la fe cristiana se manifiesta de manera sencilla y, las más de las veces, oculta. Solo es tras el Edicto de Tolerancia  (Milán 313), y la protección de Constantino, que el arte se empapó, públicamente, del tema cristiano. La posterior consolidación del papel de la Iglesia en el Sacro Imperio Germánico, permitió un florecimiento cultural a tal nivel que el tema cristiano se definió como fuente, motivo y eje principal para la creación, experimentación y desarrollo de las artes.

Los tesoros artísticos y religiosos de los monasterios, catedrales y santuarios de la Edad Media, como Roma, Compostela y Jerusalén, constituyen las primeras colecciones eclesiásticas. Poco antes del encuentro de América y Europa, los Estados Pontificios contaban con una colección (antigüedades y documentos), tan numerosa, que motivó la fundación de los Museos Vaticanos.

La custodia de este patrimonio se ha ido definiendo en todo un compromiso, a pesar de los vaivenes históricos. Actualmente, la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales ("Inde a Pontificatus Nostri initio", SS Juan Pablo II, 1993), es el organismo que preside la tutela del patrimonio histórico y artístico de toda la Iglesia (obras de arte, documentos históricos, patrimonios libreros y aquellos que se conservan en los museos, bibliotecas y archivos); Conservar, Catalogar y Catequizar, son las acciones que definen su misión.

Las artes, como signo elocuente de la fe y la vida cristiana, son un don al servicio de la  Iglesia, que debe inspirar a seguir manifestando a Cristo; a  cuidar la herencia artístico-histórica de quienes nos precedieron;  a valorar los tesoros de nuestros templos y parroquias; una clara invitación a conservar nuestro patrimonio eclesial.

Para conocer más al respecto, visite la página de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_commissions/pcchc/index_sp.htm